MAS ALLA DE LA BASCULA: LA
SALUD
EMOCIONAL EN LA OBESIDAD
Cuando
hablamos de obesidad, lo primero que suele venir a la mente es la báscula, las
dietas o el ejercicio. Pero hay un aspecto que rara vez se visibiliza: el
emocional.
Vivir
con obesidad no se limita a los cambios físicos; también implica lidiar con
prejuicios, estigmas y una carga emocional que puede afectar profundamente la
autoestima y la salud mental.
De
hecho, 4 de cada 10 personas con esta condición presentan síntomas de depresión
o ansiedad, lo que resalta la necesidad de abordar esta conexión invisible.
“Quien
recibe un diagnóstico de sobrepeso u obesidad suele enfrentarse a comentarios
sobre su apariencia, miradas críticas o juicios sobre su disciplina. Estas
frases pueden parecer simples opiniones, pero en realidad son prejuicios que
dejan huellas emocionales y afectan la calidad de vida de las personas”,
explica la psiquiatra Mónica Arienti.
Lo
que la báscula no muestra: Los prejuicios y el estigma hacia las personas
con obesidad provocan que muchas eviten o retrasen la atención médica por miedo
a ser juzgadas. Estos estigmas pueden ser externos —provenientes de la sociedad
o del personal de salud— o internos, cuando la persona los interioriza y
desarrolla autoestigma, afectando su autoestima y su confianza en el sistema
médico.
Además,
los sesgos de algunos profesionales pueden llevar a diagnósticos simplificados
o a un trato despersonalizado, centrado sólo en el peso, lo que disminuye la
calidad de la atención.
Como
consecuencia, el estigma del peso empeora la salud física y mental, reduce la
adherencia al tratamiento y agrava las enfermedades.
Promover
una atención libre de juicios, empática y centrada en la salud integral es
clave para mejorar la búsqueda y continuidad del cuidado médico.
Las
cifras muestran lo profundo de esta relación: las personas que viven con
obesidad presentan entre un 18% y un 55% más de probabilidades de desarrollar
depresión o ansiedad. Y no solo eso: quien inicia con depresión puede tener 58%
más riesgo de convivir con obesidad.
Conectando
con las emociones: “Detrás de cada cifra hay experiencias humanas muy
significativas. La tristeza, la frustración o la soledad pueden detonar lo que
conocemos como hambre emocional. Comer no solo satisface el estómago, también
ofrece un alivio momentáneo a las emociones, aunque después puedan aparecer
sentimientos de culpa, aislamiento o desesperanza”, señala la especialista
Arienti.
El
aumento de peso y los retos emocionales están estrechamente conectados y se
retroalimentan:
● El rechazo social y la discriminación
pueden generar ansiedad y desesperanza.
● La depresión puede reducir la
actividad física y fomentar hábitos poco saludables, incrementando el peso.
● Emociones como la tristeza o el estrés
pueden conducir tanto a comer compulsivamente como a restringir alimentos,
reforzando un círculo de malestar emocional difícil de romper.
La
importancia de generar conciencia y empatía: La evidencia lo confirma.-
hasta el 35% de las personas con obesidad presentan depresión o ansiedad, y
alrededor del 25% puede desarrollar un trastorno por atracón, el más común
dentro de los trastornos de la conducta alimentaria en esta población. “Cuatro
de cada diez personas que viven con obesidad también presentan síntomas
depresivos o ansiosos”, afirmó la especialista.
“La
falta de atención a la salud mental en el tratamiento de la obesidad no solo
genera frustración en quienes buscan perder peso, sino que también limita la
eficacia de los tratamientos. Es necesario hablar de la obesidad y la salud
mental sin prejuicios, y buscar acompañamiento profesional para ambas
condiciones”, concluyó la Dra. Arienti.
La
Federación Mundial de Obesidad recuerda que ésta es una enfermedad crónica y
compleja, por lo que los tratamientos deben ser multidisciplinarios, seguros y
sostenibles a largo plazo.
Al
mirar más allá del peso y poner en el centro la salud mental y emocional,
podemos abrir camino hacia un bienestar real, digno y empático para todas las
personas que conviven con esta condición.

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