EL SODIO Y LA SALUD CARDIOVASCULAR
*La OMS recomienda consumir
sólo cinco gramos cada día
En el marco del Día Mundial del Corazón, que se
celebra precisamente hoy, las organizaciones de salud en todo el mundo abogan
por reducir el consumo de sal (sodio), y la recomendación de la OMS es mantenerlo
por debajo de los 5 gramos diarios lo cual podría ayudar a prevenir la
hipertensión y reducir el riesgo de enfermedad cardíaca y accidente
cerebrovascular en la población adulta.
Aunque el sodio es indispensable para la función fisiológica, debe
consumirse con moderación, incluyéndolo de manera correcta en la dieta diaria a
través de cambios en los hábitos alimenticios.
Con base en la hipótesis de que la restricción de sodio ayuda a
controlar la presión arterial, y esto a su vez se relaciona con la prevención
de ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares, se ha recomendado la
reducción del consumo del mismo.
Para alcanzar este objetivo, el Instituto de Medicina de los
Estados Unidos (IOM por sus siglas en inglés) en 2004 definió como un límite
superior de consumo tolerable de sodio (UL, por sus siglas en inglés) 2 mil 300
miligramos sal día y un nivel de ingestión adecuada (AI por sus siglas en
inglés) de mil 200 a mil 500 miligramos en un sólo día.
Sin embargo, estas cantidades son incompatibles con la propia
definición de IOM de que la AI es la ingestión aproximada encontrada en
poblaciones aparentemente sanas.
Debido a que la ingestión media de sodio en la población oscila
entre 2 mil 700 y 4 mil 900 miligramos al día, el límite superior del consumo
tolerable de sodio del 2004, (2.300 mg/día) ha sido puesto en duda por el
informe de 2013 del mismo IOM en donde se llegó a la siguiente conclusión:
"la evidencia científica es insuficiente e inadecuada para establecer si
la reducción de la ingestión de sodio por debajo de 2.300 mg/día disminuye o
aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares en la población general”.
Varios estudios han informado una asociación en forma de U entre
la excreción urinaria de sodio con las enfermedades cardiovasculares y la
mortalidad.
EL NO CONSUMO DE SODIO ES NEGATIVO
De hecho, en un metanálisis publicado en el 2014 en donde se
analizaron los estudios publicados al respecto el hallazgo principal fue que
las personas que tienen un consumo de sodio menor o mayor al habitual tuvieron
un mayor riesgo de todas las causas de mortalidad así como de enfermedades
cardiovasculares, o sea, que tanto el exceso como la deficiencia en el consumo
de sodio pueden producir efectos adversos en la salud.
En otro estudio cuyo objetivo fue explorar si la asociación entre
la ingestión de sodio y la prevalencia de enfermedad cardiovascular y la
mortalidad por todas las causas se modificaba en personas con o sin
hipertensión encontraron que en comparación con la ingestión moderada de sodio,
una ingestión elevada de sodio se asoció con un mayor riesgo de eventos
cardiovasculares y muerte en poblaciones hipertensas, no encontraron esta
asociación en la población presión arterial normal, mientras que la asociación
entre la ingestión baja de sodio con un mayor riesgo de eventos
cardiovasculares y muerte se observó en los dos grupos (con y sin
hipertensión).
Estos datos sugieren que la recomendación de la reducción del
consumo de sodio debería estar dirigida solo a las poblaciones de hipertensos
que consumen dietas con alto contenido de sodio.
GENERALIDADES DEL SODIO
El sodio es un nutrimento esencial, es un metal alcalino y el
principal componente del líquido extracelular (LEC). Sus principales funciones
fisiológicas son, mantener el volumen de líquido extracelular (LEC) que está en
función del contenido total del sodio en el cuerpo, por su acción osmótica,
ayuda a mantener la homeostasis celular normal, regula el equilibrio de
líquidos y electrolitos, la tensión arterial, el equilibrio ácido-base, la
conducción de impulsos nerviosos, el control de la contracción muscular y el
transporte activo de nutrimentos a través de la membrana celular.
El sodio se absorbe en el intestino delgado distal y en el colon.
El equilibrio de sodio en el cuerpo está estrechamente ligado al del agua y
está regulado por los riñones.
El sodio filtrado por los glomérulos se reabsorbe de acuerdo a las
necesidades del individuo. La homeostasis del sodio se mantiene principalmente
a través de la aldosterona en los túbulos renales. Cuando la ingestión de sodio
es alta, la concentración de aldosterona disminuye y la excreción urinaria de
sodio aumenta, cuando al contrario la ingestión es baja, la aldosterona aumenta
y la excreción urinaria de sodio disminuye, de hecho puede disminuir casi a
cero.
Además, pequeñas pérdidas
de sodio se producen a través de las heces y el sudor; estas pérdidas aumentan
cuando se incrementa la ingestión de sodio, aunque parte de ellas son
obligatorias. La pérdida normal de sodio a través de la orina, del sudor y de
las heces fecales no requerirá de una ingestión extra de sal, sin embargo bajo
condiciones extremas de calor y de ejercicio en donde se da un aumento en la
sudoración, o en condiciones patológicas como de diarrea crónica o enfermedad
renal el cuerpo puede agotar su reserva de sodio.
El sodio, en conjunto con el cloro forma el cloruro de sodio
comúnmente conocido como sal de mesa. Así, las fuentes de sodio en la dieta se
dividen en dos grandes grupos, las discrecionales como la sal de cocina o de
mesa, las cuales se añaden voluntariamente a los alimentos y las no
discrecionales que incluyen al sodio contenido en alimentos naturales, en agua
y otras bebidas, la sal adicionada durante el procesamiento industrial de los
alimentos, el sodio utilizado como conservador, etc.
El contenido de sodio de los alimentos es muy variable y depende
del alimento mismo, así como si este fue sometido a algún proceso. Los
alimentos naturalmente bajos en sodio son las frutas, y las verduras.
Los productos de origen animal (carne, los productos del mar y
lácteos) contienen más. El contenido de sodio de los alimentos procesados,
evidentemente, varía dependiendo de la cantidad de sal añadida durante su
preparación.
En la mayoría de los países, los derivados de los cereales,
incluyendo el pan, son la principal fuente de sodio no discrecional, seguidos
de la carne, huevo, pescado y mariscos, leche y productos lácteos. Con relación
a esto, la Organización Mundial para la Salud (OMS) ha establecido que el
consumo de agua no contribuye significativamente con la ingestión de sodio.
Dada la presencia de sal añadida en una amplia gama de productos alimentarios
de uso común, una deficiencia de sodio es poco probable en individuos sanos.
De hecho, esta deficiencia no se produce en condiciones normales,
incluso con dietas muy bajas en sodio. Por el contrario, el consumo elevado de
sodio es común en la mayoría de las poblaciones de todo el mundo, tanto por la
sal añadida a los productos durante el procesamiento de alimentos, así como por
el hábito generalizado de agregar cantidades adicionales de sal cuando se
preparan los alimentos e incluso cuando son servidos en la mesa.
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