Noviembre 12: Día Mundial de la Obesidad
CINCO MITOS SOBRE EL MANEJO DEL PESO Y LA
OBESIDAD
Como
dice el viejo dicho: si quieres bajar de peso, simplemente come menos y haz más
ejercicio. ¿Verdad? Bueno, no es tan fácil.
Si
bien es cierto que la obesidad, en su raíz, es un desequilibrio entre las
calorías que consumes y las que gastas, reducir lo que la Organización Mundial
de la Salud ha llamado una epidemia global a una simple falta de fuerza de
voluntad es, sinceramente, simplificar demasiado el asunto.
La
realidad es que la obesidad, según los Centros para el Control y la Prevención
de Enfermedades de los Estados Unidos (CDC), es una enfermedad crónica compleja
influenciada por muchos factores. Sí, la falta de actividad física y los malos
hábitos alimenticios cuentan, pero también lo hacen la genética (que se cree
representa más del 50% de los casos), la falta de sueño, el estrés, el acceso a
comida saludable y a atención médica accesible, e incluso las decisiones
políticas.
La
supuesta falta de fuerza de voluntad es sólo una de varias ideas preconcebidas
sobre el manejo del peso que, según la investigación, pueden llevar a
consecuencias negativas para la salud, como una atención médica de menor
calidad, retraso en recibir ayuda médica e incluso aumento adicional de peso.
Hablamos
con Kimberly Gallien, trabajadora social en el Centro de Pérdida de Peso y
Cirugía Bariátrica del Hospital Houston Methodist, sobre cómo ha evolucionado
nuestra comprensión colectiva de la obesidad —de ser vista como una falta de
fuerza de voluntad a entenderse como una enfermedad compleja y multifactorial—
y cómo podemos empezar a reconocer y desmantelar creencias dañinas.
Mito
1: La obesidad se debe principalmente a la falta de fuerza de voluntad y
autocontrol. “Cuando hablamos de pérdida y manejo de peso en personas con
obesidad, lo que hemos aprendido es que no siempre se trata de falta de
educación nutricional, falta de fuerza de voluntad, comer en exceso o flojera”,
dice Gallien. “Les recuerdo a las personas todos los días, cuando hago
evaluaciones psiquiátricas, que también puede ser que no estén recibiendo una
buena nutrición”.
Aunque
suene sorprendente, las investigaciones muestran que las tasas más bajas de
obesidad y diabetes se encuentran en áreas con mayor acceso a alimentos
saludables. En cambio, los llamados “desiertos alimentarios” —lugares con
acceso limitado a comida nutritiva y económica— están positivamente
relacionados con tasas más altas de obesidad.
“¿Por
qué pagaría $15 por una ensalada cuando puedo comprar dos hamburguesas con
queso por $5?”, plantea Gallien. “El acceso a comida saludable —incluyendo el
costo— influye mucho en las decisiones que tomamos, y puede hacer que la gente
sienta que no tiene el control de su salud”.
Además
del acceso a alimentos saludables, hay otros factores que, según los CDC, se
sabe que influyen en la probabilidad de desarrollar obesidad.
El
estrés crónico puede afectar cómo tu cuerpo regula y equilibra el apetito,
explica la agencia. El cortisol es una hormona que puede aumentar el hambre y
provocar antojos. Por eso el aumento de peso es uno de los síntomas más comunes
del síndrome de Cushing —una condición rara en la que el cuerpo produce
demasiado cortisol.
Incluso
las condiciones en las que vivimos, trabajamos y nos divertimos pueden influir
en la tendencia a desarrollar obesidad. El diseño de las comunidades, los
entornos escolares, la vivienda segura, el transporte y la estabilidad
económica influyen en las decisiones que tomamos, según los CDC.
“Muchas
veces no se trata solo de lo que comemos”, añade la experta. “Hay tantos
factores más allá de eso y de lo que muestra la báscula, que influyen en cómo
te sientes y en dónde estás en tu camino”.
La
pérdida de peso, según la trabajadora social Gallien, no tiene tanto que ver
con la fuerza de voluntad, sino con lo que ella llama “fuerza de
planificación”.
“Cuando
empiezas a preguntarte ‘¿por qué?’ al tomar decisiones sobre comida, la
respuesta te dirá cuál debería ser tu siguiente paso, y eso es lo que me gusta
explorar con los pacientes”, explica. “Si te invitan a cenar, ve el menú con
anticipación y planea lo que vas a comer”.
La
hora feliz, ver televisión o incluso ir al supermercado son algunos ejemplos de
momentos relacionados con la comida para los que la especialista anima a sus
pacientes a tener un plan de acción.
Mito
2: Las personas con obesidad son menos activas.- Es común pensar que las
personas con obesidad son “flojas” y que deberían “levantarse del sillón”.
En
realidad, sin importar el peso que tengan, la gran mayoría no cumple con las
recomendaciones de actividad física. Por ejemplo, el Departamento de Salud de
EE. UU. dicta que para mantener una buena salud únicamente el 26% de los
hombres, el 19% de las mujeres y el 20% de los adolescentes estadounidenses
alcanzan un buen estándar de ejercicio.
Además,
la falta de actividad física también depende del entorno en el que vive cada
persona. Tener vecindarios caminables y acceso a instalaciones recreativas son
determinantes sociales de la salud, que, según los CDC, tienen mayor impacto en
la salud que la genética o el acceso a servicios médicos.
“Cuando
hablamos de una enfermedad metabólica como la obesidad, tenemos que ver a la
persona en su totalidad, no solo lo que dice la báscula, y entender que muchas
veces está influida por cosas fuera de nuestro control”, explica la trabajadora
Gallien. “Aun así, es importante sentir que tenemos el control de nuestras
vidas y saber que podemos retomarlo”.
“En
lugar de enfocarnos en lo que no podemos controlar, podemos centrarnos en lo
que sí —dormir bien, crear un horario de comidas que te funcione y cumplir
metas en otras áreas que te hagan sentir productivo”, añade.
Mito
3: El IMC es una buena forma de determinar si estás en un peso saludable.- El
IMC, o índice de masa corporal, es un valor basado en la altura y el peso,
creado originalmente para hombres europeos entre 1830 y 1850. Uno de los
grandes problemas con el IMC es que no distingue entre masa muscular y masa
grasa. Por eso muchos atletas —que tienen mucha masa muscular— son clasificados
como con sobrepeso u obesidad según esta escala.
“Lo
que les digo a las personas es que el IMC deja de tener sentido desde que
nacemos”, comenta la experta. “Ese cálculo fue creado para personas y por
personas con un tipo de cuerpo que ya ni siquiera existe”.
Y
no toda la grasa corporal es igual. La grasa justo debajo de la piel, la que
puedes pellizcar, se llama grasa subcutánea y se considera menos peligrosa que
la grasa visceral, que está detrás de los músculos abdominales y no se ve.
Tener más grasa visceral está relacionado con mayor riesgo de enfermedades
cardiovasculares, demencia, asma y ciertos tipos de cáncer.
Dónde
y qué tipo de grasa almacenas depende de tu genética, edad, género, etnia y
otros factores. Por eso también se dice que el IMC suele ser sesgado contra
mujeres y personas que no son de origen europeo, ya que se creó usando solo a
hombres de una raza.
“El
IMC no es esa métrica definitiva que muchos creen”, afirma la experta Gallien.
“Es una herramienta de medición imperfecta, y por eso valoro mucho más las
evaluaciones de composición corporal que usamos en el Centro de Pérdida de
Peso, porque te da una visión más clara de qué está hecho tu cuerpo realmente,
incluyendo masa muscular, agua corporal y diferentes porcentajes de grasa”.
Mito
4: La obesidad es una enfermedad bien comprendida.-Recién en 2013 la
Asociación Médica Estadounidense reconoció oficialmente la obesidad como una
enfermedad —y no sin controversia. La decisión se tomó incluso en contra de las
recomendaciones de su comité de salud pública y ciencia, que cuestionaba las
limitaciones del IMC y si la obesidad realmente encajaba en la definición de
enfermedad o condición.
Dado
que la obesidad tiene múltiples causas, factores e influencias, aún no hay
consenso sobre qué la origina exactamente. Sí, la nutrición y el ejercicio
influyen, pero también lo hace la genética, que abarca el apetito,
almacenamiento de grasa y metabolismo. Además, el peso no es el único indicador
de salud.
Esta
confusión también se refleja en los entornos médicos como sesgo de peso, es
decir, los juicios que a veces hacen los profesionales de salud sin siquiera
darse cuenta, explica la trabajadora social del Hospital Houston Methodist. El
estigma de peso es el resultado de eso, dice ella.
“Una
vez una paciente me contó que un doctor le dijo: ‘Cuando bajes a cierto peso,
entonces tal vez te cases’”, relata. “Como profesionales de salud, debemos
tener cuidado y reducir tanto nuestros sesgos conscientes como los inconscientes;
y también nuestros prejuicios sobre el peso y la obesidad”.
Estudios
muestran que los médicos pueden tener tanto sesgos implícitos —prejuicios no
reconocidos conscientemente— como explícitos, es decir, prejuicios conscientes.
Además, se ha demostrado que estos sesgos pueden retrasar la atención médica,
tanto en personas con obesidad como en quienes no tienen esa clasificación.
“Como
trabajo en el Centro de Pérdida de Peso, estoy muy consciente del sesgo de
peso, incluso en los consultorios, donde a veces todas las sillas son bastante
pequeñas —para alguien con un cuerpo grande, eso significa tener que pensar en
dónde va a poder sentarse”, comenta. “Muchos pacientes mencionan que este
simple detalle puede ser un obstáculo en su vida cotidiana”.
“Cuando
viajan en avión, pueden pedir un extensor del cinturón, pero tienen que
pedirlo”, añade. “Son cosas que para algunas personas ni se les ocurre, pero
para quienes las viven, pueden ser limitantes y emocionalmente pesadas”.
Mito
5: Bajar de peso se trata principalmente de perder kilos.- Para muchas
personas con obesidad, bajar de peso forma parte de su camino hacia la salud,
pero no lo es todo, dice Kimberly Gallien.
“Piensa
en una vez que hayas intentado mejorar tu salud o hacer algún cambio en tu
vida, y empezaste haciendo lo mismo todos los días, pero cada día los
resultados fueron diferentes”, comenta. “Así es la pérdida de peso”.
“Podría
comer ensalada todos los días, y aun así ver un número distinto en la báscula,
ya sea hacia arriba o hacia abajo”, continúa. “Es porque la pérdida de peso no
es lineal, y el proceso no se trata solo de calorías que entran y calorías que
salen”.
Es
importante ver tu camino de salud en su totalidad, dice ella, no sólo a través
de un diagnóstico o un número.
¿Dormiste
bien? ¿Cómo está tu estado de ánimo hoy? ¿Moviste tu cuerpo de una forma que te
hizo sentir bien? Estas son preguntas que, según la experta son igual de
importantes que cuánto pesaste o qué comiste.
“Espera
retrocesos, pero recuerda que un manejo exitoso del peso no depende de la
fuerza de voluntad —depende de la fuerza de planificación, de enfocarte en las
áreas donde sí tienes control y crear un plan que funcione para ti”.

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