¿SABES CUAL FUE EL PRIMER
ENSAYO CLINICO DE LA HISTORIA?
Los
estudios o ensayos clínicos buscan descubrir mejores maneras de prevenir,
diagnosticar o tratar enfermedades o trastornos, o cómo tener un mejor
entendimiento de las enfermedades.
Y
fue bajo esta premisa que James Lind, a quien se le atribuye el primer ensayo
clínico de la historia, llevó a cabo un experimento controlado que evaluó la
eficacia de los cítricos contra el escorbuto.
Han
pasado más de 270 años de aquel suceso que comenzó a bordo del Salisbury, un
barco británico con 50 cañones encargado de patrullar el Canal de la Mancha y
al que Lind fue llamado para sumarse como cirujano.
En
aquel tiempo el escorbuto era un enemigo temible de las flotas navales de todo
el mundo y se estima que mató a millones de marineros durante la edad de oro de
la exploración marítima.
Con
una profunda curiosidad y luego de ocho semanas en el mar, cuando el escorbuto
empezó a pasar factura a la tripulación, decidió poner a prueba su idea de que
la putrefacción del cuerpo provocada por la enfermedad podría prevenirse con
ácidos.
Dividió
a los 12 marineros enfermos en seis parejas, y proporcionó a cada uno de ellos
un complemento diferente en su dieta: sidra, elixir vitriólico (ácido sulfúrico
diluido), vinagre, agua de mar, dos naranjas y un limón, o una mezcla purgante.
Como
resultado de aquel primer ensayo clínico de la historia, sÓlo mejoraron los dos
marineros que tomaron la fruta. “Los buenos efectos más repentinos y visibles
se percibieron a partir del uso de naranjas y limones”, escribió, en 1753, en
su obra histórica “Un tratado del
escorbuto”.
La
importancia de este experimento radica en que Lind acertó al controlar las
variables para que todos los sujetos estuvieran en condiciones similares,
comparando similar con similar y sin grupo de control.
Hoy,
los diseños de ensayos clínicos han evolucionado y se utilizan variables
específicas (aleatorización, cegamiento,
evaluación prospectiva, grupo de control, etcétera) y se trabaja dentro
de un marco ético y regulatorio que en todo momento cuida los estándares de la
investigación.
Ante
los retos que nos presentan las enfermedades crónicas y las infecciosas, o
amenazas globales como la resistencia antimicrobiana, no podemos dejar de investigar
y desarrollar soluciones de salud. Al mismo tiempo, debemos asegurarnos de que
los sistemas regulatorios se mantengan al día con los avances en ciencia y
tecnología, y que cuenten con un andamiaje ágil para hacer frente a amenazas
inesperadas para la salud pública.
El
quehacer de las instancias regulatorias representa un componente esencial de
cualquier sistema de salud resiliente que permite asegurar la calidad,
seguridad y eficacia de los productos sanitarios que se autorizan en todo el
mundo.
Tan
sólo en Europa, la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) ha recomendado la
autorización de más de mil 400 terapias, y actualmente reporta 60 mil ensayos
clínicos en curso, así como un crecimiento casi al doble en el desarrollo de
terapias celulares y genética de 2015 a 2018.
En
el caso de nuestro país, si bien ha habido avances encontramos grandes áreas de
oportunidad para mantener el ritmo de los avances en ciencia y tecnología, de
modo que podamos entregar, de manera oportuna, medicamentos seguros, eficaces y
de calidad a las personas que los necesitan. México tiene todo para convertirse
en un centro de investigación clínica a nivel global, y aún así, hoy ocupa el
sitio 29 a nivel global.
No
hay duda que la investigación clínica brinda una gran cantidad de los beneficios
sociales y económicos a las personas, a los sistemas de salud y a las economías
nacionales, incluido el acceso oportuno a terapias innovadoras.
¡Sigamos investigando, sigamos
innovando!
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