¡FELIZ
DIA DEL MEDICO! UN BELLO DIA A LOS MEDICOS MEXICANOS
*Mensaje del doctor Víctor
Manuel Díaz Simental, presidente de la Comisión de Salud y Asistencia Social del
H. Congreso de la Unión de Sinaloa
*El Día Mundial del Médico
se celebra el 3 de diciembre
Este pasado viernes 23 de octubre se conmemora en México el Día
del Médico” con la finalidad de reconocer la vocación de servicio,
sensibilidad, disposición y entrega permanentes de los doctores que han
transformado y salvado millones de vidas en este país.
En 1937, durante la Convención de Sindicatos Médicos Confederados de la
República, se estableció que el 23 de octubre se celebraría el Día del Médico,
en homenaje al doctor Valentín Gómez Farías, quien en 1833 inauguró el
Establecimiento de Ciencias Médicas en la Ciudad de México.
Los médicos son personas que diariamente salvan vidas y ofrecen a todos una
esperanza en los males y enfermedades que nos aquejan y una mejor calidad de
vida a quienes necesitan de su apoyo.
El compromiso y la entrega de los médicos a lo largo de su ejercicio
profesional siempre deberá ser una gran responsabilidad para dejar ejemplo en
las generaciones venideras, pues en sus manos ha estado y estará la salud de
infinidad de pacientes que reciben las atenciones en los momentos difíciles de
la vida, cuando el don preciado de la salud se encuentra quebrantado y debe ser
gracias a sus conocimientos y experiencias que contribuyan a obtener la
felicidad que se experimenta al recobrarla.
La contribución de cada médico, sea desde un consultorio, en los pabellones
de algún hospital, al frente de alguna agrupación médica, de algún puesto
público, o a través de la docencia o la investigación, debería ser motivo de
reflexión y motivación para los estudiantes de esta hermosa y a veces dura
profesión, ya que al haberla elegido como futura ocupación deberán analizar y
recalcar su importancia para fortalecer la auténtica y verdadera posición de la
Medicina en nuestra sociedad.
Cabe mencionar que el Día del Médico a nivel mundial se
celebra cada 3 de diciembre.
LOS
CONSEJOS DE ASCLEPIO A SU HIJO
¿Quieres ser médico, hijo mío? Aspiración es ésta de un alma generosa, de
un espíritu ávido de ciencia. ¿Deseas que los hombres te tengan por un Dios que
alivia sus males y ahuyenta de ellos el espanto?
¿Has pensado bien en lo que ha de ser tu vida? Tendrás que renunciar a la
vida privada; mientras la mayoría de los ciudadanos pueden, terminada su tarea,
aislarse lejos de los inoportunos, tu puerta quedará abierta a todos; a toda
hora del día o de la noche vendrán a turbar tu descanso, tus placeres, tu
meditación; ya no tendrás horas que dedicar a tu familia, a la amistad o al
estudio; ya no te pertenecerás.
Los pobres, acostumbrados a padecer, no te llamarán sino en caso de
urgencia; pero los ricos te tratarán como a un esclavo encargado de remediar
sus excesos: sea porque tengan una indigestión sea porque están acatarrados;
harán que te despierten a toda prisa tan pronto como sientan la menor
inquietud, pues estiman en mucho su persona. Habrás de mostrar interés por los
detalles más vulgares de su existencia, decidir si han de comer ternera o
cordero, si han de andar de tal o cual modo cuando pasean. No podrás ir al
teatro, ni estar enfermo; tendrás que estar siempre listo para acudir tan
pronto como te llame tu amo.
Eras severo en la elección de tus amigos; buscabas la sociedad de los
hombres de talento, de artistas, de almas delicadas; en adelante no podrás
desechar a los fastidiosos, a los escasos de inteligencia, a los despreciables.
El malhechor tendrá tanto derecho a tu asistencia como el hombre honrado:
prolongarás vidas nefastas, y el secreto de tu profesión te prohibirá impedir
crímenes de los que serás testigo.
Tienes fe en tu trabajo para conquistarte una reputación: ten presente que
te juzgarán, no por tu ciencia, sino por las casualidades del destino, por el
corte de tu capa, por la apariencia de tu casa, por el número de criados, por
la atención que les dediques a las charlas y a los gustos de tu clientela. Los
habrá que desconfiarán de ti si no usas barba, otros, si no vienes de Asia;
otros, si crees en los dioses y otros, si no crees en ellos.
Te gusta la sencillez; habrás de adoptar la actitud de un augur. Eres
activo, sabes lo que vale el tiempo; no habrás de manifestar impaciencia ni
fastidio; tendrás que soportar relatos que arranquen del principio de los
tiempos para explicarte un cólico; ociosos te consultarán por el sólo placer de
charlar. Serás el vertedero de sus nimias vanidades.
Sientes pasión por la Verdad, ya no podrás decirla. Tendrás que ocultar a
algunos la gravedad de su mal; a otros su insignificancia, pues les molestaría.
Habrás de ocultar secretos que posees, consentir en parecer burlado, ignorante,
cómplice.
Aunque la Medicina es una ciencia oscura, a la cual los esfuerzos de sus
fieles va iluminando de siglo en siglo, no te será permitido dudar nunca, so
pena de perder todo crédito. Si no afirmas que conoces la naturaleza de la
enfermedad, que posees un remedio infalible para curarla, el vulgo irá a charlatanes
que venden la mentira que necesitan.
No cuentes con agradecimientos: cuando el enfermo sana, la curación es
debida a su robustez; si muere, tú eres el que lo ha matado. Mientras está en
peligro, te trata como a un Dios, te suplica, te promete, te colma de halagos;
no bien está en convalecencia, ya le estorbas; cuando se trata de pagar los
cuidados que le has prodigado se enfada y te denigra. Cuanto más egoístas son
los hombres, más solicitud exigen.
No cuentes con que ese oficio tan penoso te haga rico. Te lo he dicho: es
un sacerdocio, y no será decente que produjera ganancias como las que saca un
aceitero o el que vende lanas. Te compadezco si sientes afán por la belleza;
verás lo más feo y repugnante que hay en la especie humana; todos tus sentidos serán
maltratados. Habrás de pegar tu oído contra el sudor de pechos sucios, respirar
el olor de míseras viviendas, los perfumes harto subidos de las cortesanas,
palpar tumores, curar llagas verdes de pus, contemplar los orines, escudriñar
los esputos, fijar tu mirada y tu olfato en inmundicias, meter el dedo en
muchos sitios.
Cuántas veces, en día hermoso, soleado y perfumado, al salir de un banquete
o de una pieza de Sófocles, te llamarán por un hombre que, molestado por
dolores de vientre, te presentará un bacín nauseabundo, diciéndote, satisfecho:
gracias a que he tenido la precaución de no tirarlo. Recuerda entonces, que
habrá de parecerte interesante aquella deyección.
Hasta la belleza misma de las mujeres, consuelo del hombre, se desvanecerá
para ti. Las verás por la mañana desgreñadas, desencajadas, desprovistas de sus
bellos colores, y olvidando sobre los muebles parte de sus atractivos. Cesarán
de ser diosas para convertirse en pobres seres afligidos de miserias sin
gracia. Sentirás por ellas menos deseos que compasión. Tu oficio será para ti
una túnica de Neso.
En la calle, en los banquetes, en el teatro, en tu cama misma, los
desconocidos, tus amigos, tus allegados, te hablarán de sus males para pedirte
un remedio. El mundo te parecerá un vasto hospital, una asamblea de individuos
que se quejan. Tu vida transcurrirá en la sombra de la muerte, entre el dolor
de los cuerpos y de las almas, de los duelos y de la hipocresía, que calcula a
la cabeza de los agonizantes.
Te será difícil conservar una visión consoladora del mundo. Descubrirás
tanta fealdad bajo las más bellas apariencias, que toda confianza en la vida se
derrumbará, y todo goce será emponzoñado. La raza humana es un Prometeo
desgarrado por los buitres.
Te verás solo en tus tristezas, solo en tus estudios, solo en medio del
egoísmo humano. Ni siquiera encontrarás apoyo entre los médicos que se hacen
sordos sea por interés o por orgullo. La conciencia de aliviar males te
mantendrá en tus fatigas; pero dudarás si es acertado hacer que sigan viviendo
hombres atacados de un mal incurable, niños enfermizos que ninguna posibilidad
tienen de ser felices y que trasmitirán su triste vida a seres que serán más
miserables aún.
Cuando a costa de muchos esfuerzos, hayas prolongado la existencia de
algunos ancianos o de niños deformes, vendrá una guerra que destruirá lo más
sano y robusto que hay en la ciudad. Entonces te encargarán que separes los
débiles de los fuertes, para salvar a los débiles y enviar a los fuertes a la
muerte.
Piénsalo bien mientras estás a tiempo. Pero si indiferente a la fortuna, a
los placeres, a la ingratitud, si sabiendo que te verás solo entre fieras
humanas, tienes un alma lo bastante estoica para satisfacerte con el deber
cumplido sin ilusiones; si te juzgas pagado lo suficiente con la dicha de una
madre, con una cara que sonríe porque ya no sufre, con la paz de un moribundo a
quien le ocultas la llegada de la muerte; si ansías conocer al hombre, penetrar
todo lo trágico de su destino, hazte médico hijo mío.
DIOS DE LA MEDICINA
En la mitología griega Asclepio o Asclepios, Esculapio para los romanos,
fue el dios de la Medicina y calculación, venerado en Grecia en varios
santuarios. Asclepio creció bajo la supervisión del centauro y superó a su
maestro en medicina, Se hizo tan famoso que llegaba a él gente enferma de todo
el mundo antiguo para ser curada ya sea por el método de hierbas y dietas
mágicas o por operaciones quirúrgicas.
Hades, protestó a Zeus que Asclepio curaba a personas que debían morir e
incluso las resucitaba, como en el caso de Hipólito, hijo de Teseo. Esto era
disturbar el curso de la naturaleza y el orden universal. Zeus golpeó a
Asclepio con un rayo y lo mató. Luego, con la intervención de Apolo, Asclepio
fue deificado, llegó al Olimpo y se unió al panteón griego.
Tuvo muchos hijos de su esposa (llamada Epione, Ipone, Xanti, Aglea). Sus
dos hijos Macaon y Podalirios se hicieron famosos: fueron dos héroes épicos que
formaron parte de la guerra de Troya, Macaon fue quien quitó la flecha de la
herida de Menelao y curó al héroe Filoctetes. Las hijas de Asclepio eran lguía (salud),
Panaquia (cura todo), Lasó (sanar). La más famosa era Iguía, que se convirtió
en diosa de la salud y se la adoraba conjuntamente con su padre
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario