LO QUE TU RELACION CON LA
COMIDA DICE
SOBRE TU BIENESTAR EMOCIONAL
“La
relación entre las emociones y la alimentación es más profunda de lo que parece”,
explica la Dra. Tania Nava Ponce, especialista en Medicina Interna, Obesidad y Comorbilidades,
quien destaca que, el hambre emocional se manifiesta cuando las personas
recurren a los alimentos como una forma de manejar emociones como el estrés, la
ansiedad o la frustración.
“El
hambre emocional no surge de una necesidad física, sino de la actitud de comer
en respuesta a pensamientos/situaciones estresantes, especialmente emociones
intensas con un valor negativo o positivo. Además de la búsqueda de consuelo o
solución temporal frente a situaciones que generan malestar. Esto puede llevar
a la preferencia y dependencia de alimentos ricos en azúcares y grasas, los
cuales generan un alivio temporal, pero perpetúan las conductas de dependencia
a la recompensa con los alimentos, un ciclo poco saludable”, señala la
especialista.
Las
alteraciones en el estado de ánimo como depresión y ansiedad afectan tanto la
mente como el cuerpo, generando un ciclo de impacto negativo en la salud
integral de las personas que viven con obesidad.
Según
la Secretaría de Salud, cerca del 80% de las personas que viven con obesidad ha
sufrido discriminación por su peso, mientras que el 60% siente culpa al creer
que no han hecho lo suficiente para cambiar su situación. El estigma a la
obesidad refuerza emociones internalizadas como vergüenza y falta de
motivación, dificultando aún más el manejo de la obesidad al reducirla a una
cuestión de "fuerza de voluntad", lo que se convierte en una gran
barrera para la búsqueda de atención médica.
El
fenómeno del comer emocional es particularmente preocupante porque puede
derivar en trastornos de la conducta alimentaria como trastorno por atracón,
comer nocturno, más antojos y conductas de picoteo, un aumento de peso
involuntario y, a largo plazo, problemas de salud. Además, el impacto emocional
de esta relación disfuncional con la comida puede incrementar los niveles de
estrés y ansiedad.
La
Dra. Nava recomienda tres pasos clave para abordar el hambre emocional de
manera efectiva:
Identificar
las emociones: Reconocer qué sentimientos están impulsando el deseo de
comer es fundamental para gestionar esta conducta.
Establecer
hábitos sostenibles: Cambiar el enfoque hacia metas que promuevan el
bienestar integral, como una alimentación consciente y el manejo del estrés.
Buscar apoyo profesional: Contar con la
orientación de un equipo multidisciplinario, que incluya psicólogos,
nutriólogos y médicos, es fundamental para superar el hambre emocional. Además,
la combinación de estos enfoques con medicamentos aprobados, eficaces y con un
adecuado perfil de seguridad puede ser determinante para regular esta conducta
de manera eficaz.
Por
otra parte, la Dra. Tania Nava subraya que reducir la obesidad a una enfermedad
crónica exclusivamente vinculada al peso corporal limita considerablemente las
alternativas terapéuticas disponibles."Si sólo se evalúa la obesidad en
términos de exceso de peso, se pierde una comprensión completa de la
enfermedad", destacando la necesidad de abordar el problema desde una
perspectiva más amplia e integral.
“El
bienestar emocional es tan importante como la salud física. Abordar el hambre
emocional no sólo mejora la relación con la comida, sino que también contribuye
a un estado mental más equilibrado y saludable”, concluye la especialista.
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