EL SISTEMA INMUNE SANO,
¿NACE O SE HACE?
Seguramente
has escuchado la frase “yo nunca me enfermo”, mientras que otras personas
sufren afecciones constantemente, incluso por comer en la calle. Esto se debe a
varios factores como la edad, la alimentación y los genes heredados por los
padres.
Y,
aunque todos tenemos un sistema inmunológico innato, éste va madurando a lo
largo de la vida y se puede fortalecer todos los días consumiendo los macro y
micronutrientes necesarios, haciendo ejercicio y durmiendo adecuadamente.
En
general, el sistema inmune está dividido en dos subsistemas, ambos vitales para
proteger al cuerpo de organismos invasores: el sistema inmune innato y el
sistema inmune adaptativo.
El
primero, es heredado genéticamente por los padres y se encuentra activo desde
el nacimiento, y aunque no es tan poderoso como otras partes del sistema
general, es la primera línea de defensa, el cual ataca rápidamente a todas las
sustancias extrañas, llamadas antígenos.
El
sistema inmune innato está conformado por barreras inmunológicas físicas y
químicas, como el reflejo de toser, la piel, las membranas mucosas o el ácido
gástrico.
Cuando
algún organismo invasor logra atravesar esta primera barrera, entonces debe
enfrentarse al sistema de inmunidad adaptativo, el cual está cambiando y
adaptándose constantemente a antígenos a los cuales nos exponemos a lo largo de
la vida para, así, construir y clasificar defensas para combatirlos.
Las
células principales que conforman este sistema son los linfocitos T y B, que
además de reconocer a organismos invasores con un alto grado de especificidad,
‘recuerdan’ cómo luchar contra aquello a lo que se han expuesto en el pasado.
Pero,
así como el sistema inmune va madurando a lo largo de la vida, también va
cambiando debido al envejecimiento. Así, el sistema inmunitario de un bebé es
completamente inmaduro, mientras que en la niñez se forma una gran cantidad de
linfocitos que ayudan a tener una capacidad mayor de enfrentarse a nuevos
microorganismos e implementar respuestas inmunes.
Ya
en la edad adulta, este sistema se caracteriza por tener la madurez necesaria.
Debido a esto, los adultos y adolescentes sufren menos catarros que los niños,
pues sus organismos han aprendido a reconocer y atacar inmediatamente a muchos
de los virus que provocan los resfriados; sin embargo, conforme avanza la edad,
este sistema ya no trabaja igual, se vuelve más lento para responder, lo cual,
con el tiempo, incrementa el riesgo de enfermarse.
FORTALECERLO A LO LARGO DE LA VIDA
Debido
a la relevancia que tiene este sistema para mantenernos sanos, es fundamental
fortalecerlo durante todas las etapas de nuestra vida, de manera que sea capaz
de detectar aquello que nos puede generar alguna enfermedad y cumpla su función
de lucha contra las enfermedades.
Una
de las estrategias más relevantes para fortalecerlo implica un aporte
suficiente de vitaminas y minerales, incluyendo:
Vitamina D: Es un nutriente
indispensable para que el sistema inmunitario sea capaz de combatir virus y bacterias,
y, a diferencia de otros nutrimentos, esta vitamina se puede obtener no solo a
través de la dieta y de suplementos, sino también ¡tomando el sol! Y es que el
cuerpo la produce cuando la piel descubierta se expone directamente al sol.
Adicionalmente,
los alimentos ricos en esta vitamina incluyen pescados grasos, como la trucha,
el salmón y el atún. El hígado de ganado vacuno, el queso y la yema de huevo
también la contienen, aunque en cantidades pequeñas.
Zinc: Otro buen aliado del
sistema inmunológico es el Zinc, un mineral que tiene actividad contra muchos
agentes virales y participa en el mantenimiento y desarrollo de las células
inmunitarias. Además, este micronutrimento participa en la división y el
crecimiento de las células, al igual que en la cicatrización de heridas y en el
metabolismo de los carbohidratos.
Las
proteínas animales son una buena fuente de Zinc; las carnes de res, cerdo y
cordero lo contienen en mayor cantidad, en comparación con el pescado. Otras
fuentes valiosas son las nueces, los granos enteros, las legumbres y la
levadura.
Vitamina C: Tal vez la más conocida de
las vitaminas que ayudan a fortalecer al sistema inmune, la cual actúa como un
antioxidante y protege contra infecciones del tracto respiratorio inferior.
Todas
las frutas y verduras contienen cierta cantidad de vitamina C; sin embargo, las
que ofrecen un mayor aporte son: melón cantalupo, naranjas, toronjas, kiwi,
mango, papaya, piña, fresas, frambuesas, moras y arándanos, así como brócoli,
coles de Bruselas, coliflor, pimientos rojos y verdes, espinaca, col, y papas.
Lamentablemente,
factores como una alimentación deficiente, algunas enfermedades, e incluso el
confinamiento actual que impide que los rayos solares entren en contacto
directo con nuestra piel, se interponen entre estos micronutrimentos y nuestro
sistema inmune.
Para
obtener un aporte suficiente, además de seguir una dieta rica en vitaminas y
minerales, en algunos casos es recomendable consumir alimentos fortificados y
multivitamíncos.
Una
innovadora alternativa es Redoxon® AOX®, cuya fórmula con triple acción combina
las vitaminas C y D con el Zinc para ayudar a fortalecer las tres capas del
sistema inmune, ayudando a mejorar la respuesta inmune del cuerpo como terapia
complementaria efectiva para infecciones respiratorias graves, crónicas o
recurrentes, al tiempo que brinda defensa antioxidante. Además, no contiene
azúcar, por lo cual es apto para el consumo de personas que viven con diabetes.
Conocer
y cuidar nuestro cuerpo –es decir, el autocuidado– es una de las herramientas
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