MICROBIOTA INTESTINAL Y
CEREBRO,
UNA CORRELACION QUE SALVA
VIDAS
Las
conmociones cerebrales pueden causar daños graves al cerebro y por ende al
cuerpo, pero, de acuerdo con especialistas, estas son difíciles de
diagnosticar; un nuevo estudio realizado por investigadores del Hospital
Houston Methodist reveló que los signos de una conmoción cerebral se pueden
encontrar en un lugar que nadie imaginaría: la microbiota intestinal.
El
estudio, realizado con jugadores de fútbol americano universitario de la
División I en el transcurso de una temporada, encontró una disminución de dos
especies bacterianas que normalmente se encuentran en abundancia en muestras de
heces de individuos sanos posterior a la conmoción cerebral, según un artículo
publicado en Brain, Behavior, & Inmunidad Salud*.
También
encontró una correlación entre las proteínas vinculadas a lesiones cerebrales
traumáticas en la sangre y las especies bacterianas en las heces.
De
acuerdo con la doctora Sonia Villapol, neurocientífica del Hospital Houston
Methodist y quien dirigió el estudio en colaboración con el Departamento de
Atletismo y Ciencias Computacionales de la Universidad de Rice, “a través de
este estudio descubrimos algo verdaderamente revelador que ni con estudios de
sangre ni imagenología habíamos notado y que nos fue revelado tras notar un
déficit de dos tipos de bacterias, muy importantes para la recuperación del
sistema inmune, lo que nos permite poner en pausa a un atleta que ha sufrido
una conmoción cerebral, mandarle reposo hasta que se recupere, y con esto
salvaguardar su salud y su vida”.
Los
investigadores consideran que estos hallazgos demuestran que se puede
desarrollar una prueba de diagnóstico simple para rastrear el impacto de las
conmociones cerebrales, lo cual supone un gran paso porque actualmente no
existe una prueba diagnóstica definitiva y objetiva para este tipo de lesiones.
El
movimiento del cerebro dentro del cráneo puede causar lesiones en las células
nerviosas, pero por lo general no causa fractura de cráneo, sangrado o
inflamación del cerebro, y las lesiones celulares microscópicas no son visibles
en pruebas de imágenes como rayos X, tomografías computarizadas y resonancias
magnéticas.
Como
resultado, la prueba más utilizada para el diagnóstico de conmociones
cerebrales se basa exclusivamente en síntomas que refieren los pacientes como
visión borrosa, mareos, náuseas y dolores de cabeza.
ANALISIS DE MICROBIOTA INTESTINAL
Para
examinar el potencial de diagnóstico del intestino, durante el estudio, los
investigadores analizaron muestras de sangre, heces y saliva de 33 jugadores,
cuatro de los cuales fueron diagnosticados con conmociones cerebrales graves, a
los cuales se les realizaron pruebas adicionales.
Actualmente,
las investigaciones de la doctora Villapol y su equipo de colaboradores se
centran casi exclusivamente en el análisis del microbiota intestinal, lo que
puede parecer algo inusual para un neurocientífico hasta que se da cuenta de lo
que está buscando.
“Existe
un vínculo entre la microbiota en el intestino y la respuesta del cerebro al
trauma o incluso a la enfermedad neurodegenerativa”, explicó la doctora
Villapol.
Después
de una conmoción cerebral o un accidente, lo primero que sucede, en
milisegundos, es vomitar. Esto ocurre por cortesía del nervio vago que conecta
directamente al cerebro con el estómago.
La
segunda conexión es sistémica. Las lesiones causan inflamación, enviando
citocinas y metabolitos que circulan por la sangre, lo que provoca inflamación
en todo el cuerpo. Esto provoca cambios en el intestino, con ciertas bacterias
casi evaporándose en cuestión de horas o días.
La
tercera y más lenta conexión es metabólica.
“La
disbiosis o el desequilibrio en la composición bacteriana en el intestino
ocurre cuando las bacterias buenas no regresan y, por lo tanto, no producen los
antioxidantes antiinflamatorios para ayudar al cuerpo a superar el trauma, y
las bacterias malas comienzan a acumularse, liberando toxinas y aumentando la
inflamación, que luego vuelve a circular por la sangre y el cerebro otra vez.
La conexión es bidireccional, por lo que el paciente puede quedar atrapado en
un ciclo de retroalimentación deficiente del que es difícil salir”, aseguró la
especialista del Hospital Houston Methodist.
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