¿DIABETES TIPO 1? RESPIRA
PROFUNDO Y CONOCE MI HISTORIA
Generalmente
el diagnóstico de diabetes, viene acompañado con la creencia de que nuestra
vida ya no será normal. Sin embargo, todos podemos tener una vida normal,
viviendo con diabetes. Solo es cuestión de mantener ciertos niveles en nuestro
cuerpo controlados y constantemente monitoreados.
Y
aunque suene impactante que casi el 14% de la población mexicana, mayor de 20
años, vive con diabetes, (17.2 millones de personas)1.2, Sabrina Sosa, vocera
de la Federación Mexicana de Diabetes A.C., te cuenta como ha sido tener una
vida normal, tras ser diagnosticada con Diabetes tipo 1 a sus 8 años.
¡Hola!
Me llamo Sabrina y vivo con Diabetes tipo 1 desde hace 16 años. Desde pequeña
solía enfermarme muy seguido, pero al ser muy inquieta, podía tener fiebre y
aún así seguir dando piruetas mientras me perseguían con el termómetro.
Sin
embargo, un día tuve una infección que me tumbó a la cama. Tras esta infección
mi mamá notó síntomas extraños: comencé a bajar de peso rápidamente, a tener
náuseas y estar tan cansada que mis papás ya no tenían a quien corretear.
Pensaron que podría seguir enferma, así que me realizaron estudios de
laboratorio.
¡Oh,
sorpresa! Mi glucosa en sangre estaba altísima, las semanas siguientes fueron
confusas, viajábamos a distintas ciudades y veíamos diferentes médicos en busca
de alguien que nos explicara qué sucedía, pues la diabetes en niños era algo
nuevo. Finalmente, un día me confirmaron que sí, que tenía diabetes y mi vida
tenía que dar un giro de 180 grados.
En
ese entonces tenía 8 años, por lo que mis padres fueron quienes vivieron el
duelo de la diabetes por mí. Todas las historias tienen un lado bueno, nosotros
encontramos al médico que nos abrió los ojos: tenía y tengo diabetes, pero no
había que sufrir por ello.
Como
mi cuerpo ya no producía insulina por sí mismo, tendría que revisar mi glucosa
e inyectarme insulina varias veces todos los días; pero mi vida no terminaba
ahí, sólo tenía que aprender a manejarla integrando mi diabetes.
Podía
seguir haciendo deportes, riendo con mis amigos, comiendo mis sándwiches de
crema de cacahuate o avellana en el recreo, pastel en mi cumpleaños y hasta
galletas en navidad.
El
problema real apareció en la temible adolescencia, cuando afronté
verdaderamente mi condición. Tuve tantas peleas con mi mamá porque me rehusaba
a ir al médico, a cargar con mi glucómetro al salir, a enfrentarme a glucosas
altas o bajas mientras yo sólo quería jugar fútbol sin importar cómo estuviera.
Pasó
mucho tiempo hasta que “me cayó el veinte”, y fue porque no me sentía bien.
Tener glucosas elevadas todo el tiempo no sólo es riesgoso, altera tu estado
físico y emocional. Estaba enojada, frustrada, cansada, con sed y un hambre
feroz; me sentía culpable y deprimida por malgastar el dinero que mis papás
invertían con esfuerzo en mi salud.
Comprendí
que el apoyo de tu entorno es importante, pero si tú no participas en tu
cuidado, no hay un futuro y ni siquiera un presente que disfrutar. Poco a poco
y con dificultad fui cambiando mis hábitos, valorando mi salud y asimilando que
la diabetes no era mi culpa, pero sí mi responsabilidad.
Tener
diabetes es un camino largo y lleno de obstáculos, pero cada paso vale la pena
porque tu bienestar es lo más importante. Cuando la aceptas como parte de tu
vida, tu mundo cambia.
¡No
te desilusiones! Todos tenemos días buenos y malos sin saber por qué, pero es
normal. No estás solo, siempre habrá alguien dispuesto a ayudarte. Recuerda que
hasta lo que parece malo siempre tiene algo bueno, aunque no sea tan sencillo
de ver.
Finalmente,
explican expertos de la Federación Mexicana de Diabetes, A.C., que aunque en
nuestro país no existe un registro nacional para saber cuántas personas viven
con Diabetes tipo 1, algunos reportes indican que hay cerca de 100 mil personas
que viven con esta condición.
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