¿SABES QUE ES LO QUE TE LLEVAS
A LA BOCA TODOS LOS DIAS?
*Alimentos procesados e industrializados, una
bomba de tiempo para el organismo
Desde hace más de 20 años empezó la industrialización
de la mayoría de los productos que se consideraban sanos y seguros, a los que
se incorporaron ciertos químicos y aditivos para potencializar el sabor de la
comida: más dulce, salada, con sabores más intensos e incluso con la finalidad
de que las porciones de los alimentos fueran mayores.
Con ello se inicio el “boom” de la comida
procesada e industrializada, la cual se identifica fácilmente porque está
empaquetada o enlatada, y cuya etiqueta nutricional contiene más de 10
ingredientes, que muchas veces ni podemos pronunciar. Ingredientes que contienen
un sinfín de químicos que pueden llegar a ser letales para el cuerpo humano.
Identifícarlas y escoger mejor: Actualmente se
emplean en la producción de alimentos las siguientes sustancias: abonos
químicos (nitratos, fosfatos), pesticidas (aldrín, dieldrín, lindano, DDT),
herbicidas (derivados del arsénico), hormonas (anabolizantes, clembuterol) y
antibióticos (terramicina, penicilina, cloranfenicol), entre otras.
Pero no sólo la proteína animal -pollo, carne y
huevo- contienen hormonas, pesticidas y/o antibióticos, sino también la vegetal
como frijoles, semillas, vegetales y frutas.
Cada año, Envioronmental
Working Group (EWG) elabora una lista
de las frutas y verduras con más pesticidas, químicos y en
consecuencia más letales para la salud. En el 2017, los alimentos más contaminados fueron:
fresas, espinacas, nectarinas, manzanas, duraznos, peras, cerezas, uvas, apio,
pimientos dulces y papas.
La recomendación no es dejar de comerlos, ya que aportan
nutrientes necesarios para el correcto desarrollo. La sugerencia es adquirirlos
en tiendas orgánicas, locales o
mercados, así se reducirán las toxinas que entran al cuerpo.
Las verduras se contaminan debido a que el suelo donde crecen los
vegetales, frutas y semillas, y donde también se alimentan los animales, están
llenos de fertilizantes, químicos, antibióticos y hormonas que generan
toxicidad para el cuerpo. Veneno latente para el organismo.
Los abonos químicos son productos de síntesis química que
generan cambios importantes en el equilibrio mineral y vitamínico de los
alimentos, esto detona en el cuerpo humano como inflamación celular, daños al
ADN (ácido desoxirribonucleico) y a la estructura celular que lo hacen más
susceptibles a enfermedades, infecciones y a diversos padecimientos
crónico-degenerativos como pueden ser el alzheimer, parkinson, diversos tipos
de cáncer, diabetes, obesidad, hipertensión, infartos y osteoporosis, esto de
acuerdo con diversos análisis de un grupo de investigación de la Red INMA
(Infancia y Medio Ambiente) en España.
Las verduras comerciales sobre todo aquellas que expenden las
tiendas de autoservicio, contienen una composición diferente a las verduras de
hace un siglo. Tienen seis veces menos sodio, la mitad de magnesio, tres veces
menos cobre y cuatro veces más potasio.
Es decir, que al elevar minerales como el potasio y disminuir el
sodio, las verduras contienen más agua y menos extracto seco, lo que se traduce
en menos nutrimentos para el organismo.
Datos de Agricultura y
Consumo Ecológico, revelan que desde hace años se ha autorizado
el empleo de hormonas en diversos alimentos. Sustancias como el metiltiouracilo y anabolizantes están presentes
en la mayoría de lo que se ingieren y esto frena la actividad de la tiroides,
reduce el metabolismo basal y consecuentemente produce un aumento de peso y
retención de agua en los tejidos de los seres humanos.
Sin embargo, lo ideal es llevar una
alimentación lo más natural, local y fresca posible, por lo que se recomiendan
cinco prácticos consejos: no se trata de que toda la alimentación sea orgánica,
pero sí ir al mercado y evitar comprar todo en una tienda de autoservicio; dejar
a aún lado la comida congelada, suele estar así por meses e incluso años; cocinar
más en casa y adquirir siempre vegetales, frutas y comida fresca, que no esté
empaquetada porque puede contener bacterias o contaminantes; evitar las harinas
blancas, consumir pan elaborado con semillas y no con harinas y/o azúcares refinados.
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