EL RIESGO DE NO REALIZAR
PRUEBAS
DE CONCENTRACION DE
LIPOPROTEINA
Es
momento de cambiar la forma en que evaluamos el riesgo cardiovascular. Si bien
la hipertensión, la diabetes, el tabaquismo y el colesterol LDL alto dominan
las conversaciones clínicas, se sigue pasando por alto una amenaza igualmente
importante: la lipoproteína (a) o Lp(a). Esta partícula heredada genéticamente
es un potente factor de riesgo de enfermedades cardíacas y, sin embargo, a la
mayoría de los pacientes nunca se les realizan pruebas para detectarla.
La
Lp(a), una forma única y particularmente peligrosa de colesterol, actúa como
transportadora de moléculas inflamatorias, acelera la acumulación de placa
arterial y favorece la formación de coágulos, lo que puede provocar la rotura
de la placa y los consiguientes eventos cardiovasculares. Se estima que el 20 %
de la población mundial tiene niveles elevados de Lp(a), lo que se asocia a un
mayor riesgo de infarto de miocardio, accidente cerebrovascular, estenosis
aórtica y enfermedad arterial periférica.
A
pesar de esta clara conexión, un estudio reciente realizado en seis hospitales
universitarios de California reveló que menos del 0,3 % de los adultos se
someten a pruebas de Lp(a). Incluso entre aquellos con antecedentes familiares
o personales de enfermedades cardíacas, las tasas de pruebas fueron inferiores
al 3,3 % y al 4 %, respectivamente, lo que representa una enorme brecha en los
esfuerzos de prevención.
Las
directrices estadounidenses recomiendan actualmente la detección de Lp(a) solo
para personas con antecedentes familiares de enfermedades cardíacas prematuras
o para aquellas con enfermedades cardíacas confirmadas. Hasta hace poco, los
científicos medían la Lp(a) en miligramos por decilitro (mg/dL), con niveles
normales por debajo de 30 mg/dL. Ahora, los científicos consideran que el
número de partículas de Lp(a) en la sangre, medido en nanomoles por litro
(nmol/L), es una medida más precisa. Los niveles normales de Lp(a) son iguales
o inferiores a 75 nmol/L.
MODIFICAR LA DIETA
Dado
que el 90 % de la Lp(a) está determinado genéticamente, la medición de la Lp(a)
suele ser una prueba que se realiza una sola vez. Si bien es cierto que la
Lp(a) no se puede modificar mediante la dieta y el ejercicio, los niveles
pueden fluctuar en respuesta a la menopausia, las enfermedades crónicas o
ciertos medicamentos. Las mujeres deben volver a hacerse la prueba después de
la menopausia, cuando los niveles de Lp(a) pueden aumentar, especialmente si
los niveles antes de la menopausia eran límite.
Actualmente,
el único tratamiento aprobado por la Administración de Alimentos y Medicamentos
de los Estados Unidos (FDA) para la Lp(a) es la aféresis, que es costosa,
intensiva y escasa. Pero a pesar de la falta de opciones de tratamiento, la
evaluación de los niveles de Lp(a) puede ayudar a orientar la atención al
paciente. Los pacientes con niveles elevados de Lp(a) pueden beneficiarse de
estrategias más agresivas para reducir el LDL, como las estatinas, los
inhibidores de la PCSK9 y los cambios en el estilo de vida.
Actualmente
se están realizando ensayos clínicos con terapias prometedoras dirigidas a la
Lp(a), como el pelacarsen y el olsparin, cuyo objetivo es reducir la producción
de Lp(a) a nivel del ARN. Si estas terapias demuestran su eficacia para reducir
los eventos cardiovasculares, reforzarán los argumentos a favor de las pruebas
de Lp(a).
Medir
el Lp(a) es sencillo. Está cubierto por el seguro. Y lo más importante, los
resultados de la prueba de Lp(a) ayudan a orientar conversaciones importantes
sobre el estilo de vida y las modificaciones de los factores de riesgo.
Aunque
aún no sabemos si reducir el Lp(a) se traduce en menos eventos
cardiovasculares, sí sabemos que identificar a los pacientes de alto riesgo nos
permite intervenir antes, reforzando el control del LDL, ajustando los planes
de tratamiento y empoderando a los pacientes para que tomen decisiones
informadas sobre su salud.
Tanto
los cardiólogos como los médicos de atención primaria deben dar prioridad a la
prueba de Lp(a), y no considerarla algo secundario. Si nos tomamos en serio la
prevención cardiovascular, debemos utilizar todas las herramientas a nuestro
alcance-

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