viernes, 17 de junio de 2011

CRONODIETAS



Hormonas, las culpables de
almacenar grasa en el cuerpo

Dolores RODRÍGUEZ RAMÍREZ
Actualmente se dice que someterse a una dieta, cualesquiera que sea, le resta años de vida a quien la pone en práctica, por lo que lo más aconsejable es cambiar los hábitos alimenticios o “engañar” al organismo para que no acumule grasa.
Pero, ¿cómo se hace esto? Se preguntarán los lectores. Muy fácil, a continuación le diremos algo muy importante que nadie se atrevió a decirle o simplemente ignoraba.
En una extensa plática con el doctor Eduardo Castañeda, especialista en Nutrición, nos transmitió algunos de sus conocimientos para las mujeres que pretenden perder peso de forma efectiva y natural, a fin de que no se afecte la salud.
El exceso de peso, sea hombre o mujer, no sólo afecta el físico, sino que además se convierte en factor de riesgo para padecer algunas patologías como los problemas cardio y cerebro vasculares.
Sin embargo, la decisión de perder kilos beneficia primordialmente a la salud, por lo que someterse a la misma dieta que ayudó a la vecina, ayunar hasta el desmayo, privarse de una o dos comidas, o prolongar un régimen sin supervisión médica puede resultar más grave que estar “gordito”.
Por supuesto que no le aconsejaremos ninguna de las dietas en las que se cuentan puntos, o se consumen solamente proteínas, o un solo alimento, sino que intentaremos explicarle por qué el cuerpo quema grasas y azúcares por la mañana mientras que por la noche los almacena.
Para empezar, nada de lo que sucede en el organismo es parte de la casualidad, sino que es el resultado de los múltiples influjos psico-neuro-endócrinos a los que responde en cada momento de una determinada manera.

VARIACIÓN INTERNA

Pero no todas las personas tienen los estímulos internos en la misma franja horaria. Algunas son madrugadoras y otras trasnochadoras, aunque se hayan determinado horarios precisos para sentarse a comer, que generalmente se adaptan a los ritmos de secreción hormonal en cada individuo. Sin embargo, a lo largo de las 24 horas del día, la secreción de las hormonas es desigual, es decir, estados máximos y mínimos.
Durante las primeras horas, el ciclo de iluminación natural eleva el dinamismo individual, pero a partir del final de la tarde desciende y disminuye de manera considerable hacia la madrugada.
En tanto, los tiempos internos que dependen de las secreciones hormonales regulan las comidas, la actividad física, las necesidades fisiológicas y hasta las relaciones.
De esta forma la insulina tiene tres picos consecutivos al desayuno, comida y cena. La secreción es de una hora y puede aumentar hasta cuatro o cinco veces después de tomar alimento. No obstante, durante el descanso nocturno la secreción es muy baja.
Otra hormona, el cortisol, establece el ritmo del sueño-vigilia, inhibe la insulina y dificulta la captación de la glucosa.
El nivel más alto, que se sitúa a primera hora del día, sufre un descenso a media mañana y produce una baja de glucemia, lo que obliga a comer algo. A lo largo del día presenta otras dos bajas moderadas –en la comida y a media tarde- y sigue disminuyendo progresivamente hasta que induce al sueño hacia la medianoche.
Estos ritmos se registran cada día y con un orden cronológico preciso, y se manifiestan con sueño, cansancio o hambre.
Por ello, a lo largo del día el organismo atraviesa por “bajones” directamente relacionados con la falta de energía para seguir enviando señales de diversos tipos: hormonales, metabólicas, organogástricas, sensitivo-sensoriales, entre otras.
En un organismo normal estas señales están en equilibrio y responden a los siguientes horarios: de las 8 a las 9 de la mañana el cortisol está en su nivel más alto, es decir, hay glucemia sanguínea y comienza a secretarse la insulina a medida que se produce la mayor caída de éste.
En este momento lo mejor es un desayuno bajo en hidratos de carbono, para que la absorción sea lenta y se llegue sin hambre hasta la hora de comer. El resultado: se quema grasa. Por lo que no basta con beber un café con leche, es mejor añadir un plato de frutas y una tostada.
Hacia las doce del día puede haber una caída de glucosa en la sangre, acompañada de un ligero mareo, sudoración en manos y alteración del pensamiento, por lo que debe tomarse una fruta o un vaso de jugo --mejor si es de naranja--, que ayudará a reponer la glucemia y, sobre todo, se evita una sobreingesta a la hora de la comida.
Si toma proteína o algo con grasa, la absorción será lenta y llegará con hambre a la hora de comer, lo que propicia el acumulamiento de grasa.
Entre las tres y cuatro de la tarde se registra una baja de catecolaminas en la sangre (adrenalina, noradrenalina y dopamina), lo que provoca otra alteración. También hay una caída de cortisol y un aumento progresivo de la insulina, que introducirá la glucosa en el interior de las células para obtener más energía, proceso que se prolonga por cuatro horas.
Como ésta es la hora de la comida, lo mejor es comenzar con un poco de fruta o jugo, excepto agua, lo que satisfará al estómago y permite el paso de la glucemia rápidamente a la circulación mandando estímulos al centro inhibidor del apetito.
La comida, generalmente es un acto social y afectivo y en algunos individuos despierta el proceso llamado “refuerzo secundario”, que lo obliga a consumir alimentos que le traen recuerdos agradables y placer al comer. Sin embargo, posteriormente causan detrimento del rendimiento intelectual y dificultan la actividad laboral. El resultado inmediato será acumular grasa.
Hacia las seis de la tarde, hay sensación de falta de energía, sobre todo en un día de intenso trabajo o si se permanece mucho tiempo sentado. La toma debería ser de una fruta o un vaso de leche azucarada, porque si se recurre a las galletas o cualquier otro bocadillo que aporte carbohidratos o proteínas, se activa la acumulación de grasa.
Entre las diez y once de la noche comienza el ascenso de la insulina y el descenso de cortisol de forma paulatina hasta la madrugada. Al término de la jornada el cuerpo se prepara para el descanso nocturno y disminuye la temperatura corporal, pero también se produce una pérdida de tono y el metabolismo comienza a bajar, por lo que es más adecuado una toma ligera de un solo plato que, a su vez, propicia la quema de grasa.
Si prepara una cena copiosa como si fuera comida se provoca que el organismo responda a un hecho fisiológico. Durante la noche la secreción de insulina es muy baja y los niveles de glucemia se obtienen de los depósitos de glucógeno.
Como no se introduce rápidamente en las células, se metaboliza a partir del hígado para transformarse en depósito graso.
Paralelamente, el cortisol aumenta de forma alarmante hasta la primera hora de la mañana y aumenta el nivel glucídico en la sangre. Con una cena copiosa este equilibrio se rompe fácilmente y por ello se gana peso.
Para cuando sienta la necesidad de comer una galleta a media tarde, piense que la misma le aportará el doble de carbohidratos después de las tres de la tarde, por lo que es mejor reemplazarla por un vaso de yogur o una fruta.
Igualmente, si pretende perder peso poco a poco sin privarse de nada, coma más por la mañana y ligero por la noche. De ninguna manera deje de lado la cena, a menos que haya devorado un trozo de pastel en la merienda. Mejor aficiónese a la fruta o yogur o bebida ligera como tés.
Inclínese por los cereales y sus derivados, como arroz, pastas, copos de trigo y avena en el desayuno; a media mañana frutas ricas en calorías como aguacate, mango, plátano, chirimoya, higos y frutos secos.
Deje las proteínas para la comida: huevo, pescado, lácteos, carnes, menos las muy grasas y embutidos; atibórrese de  verduras y vegetales; pero elimine por un tiempo las alcachofas, coles de Bruselas, zanahoria y tomates.

METABOLISMO SEGÚN LA EDAD

No todos los organismos metabolizan de igual forma los alimentos, sobre todo en las mujeres, los cambios hormonales que sufren al cruzar la barrera de los 40 años, provocan aumento de peso y en algunas es difícil que los pierdan rápidamente.
Sin embargo, las mujeres que están cerca de la menopausia no deben abandonarse a su suerte, porque el sobrepeso tiene remedio. Sólo es cuestión de tomar una decisión.
En las mujeres más jóvenes, lo aconsejable es que cuiden todo aquello que comen sin ton ni son, y modifiquen sus hábitos diarios, más una buena cantidad de agua. Aunque no siempre es aconsejable beber más de dos litros diarios.
Las “maduritas” tendrán que culpar a las células grasas, que realizan una labor de almacén o reserva de lípidos. Es como si estas células sintieran pánico por no hacer su tarea cuando se presentan los “bajones” de hormonas y creen que hacen lo necesario para mantener la salud física y mental: acumular grasa.
Para explicar esto, basta recordar lo que sucede durante la pubertad, cuando una oleada de estrógenos despertó a las células grasas de pechos, nalgas y caderas para convertir el cuerpo de una niña en una mujer curvilínea.
Las células se asientan y no desaparecen, necesitan almacenar grasa para el inicio de la menstruación a fin de proteger dicho cuerpo y a los futuros hijos de una posible hambruna. Este proceso no lo han podido descifrar ni los investigadores.
Lo más lógico sería que al llegar a la menopausia, que conlleva la ausencia de estrógenos, el cuerpo perdiera grasa puesto que ya no la necesita para proteger los embarazos, pero las células grasas se preocupan por los trastornos ligados a esta etapa en la vida de la mujer (como pérdida de memoria, fatiga, osteoporosis o sofocos).
Por eso, cuando la producción de estrógenos comienza a descender –a partir de los 30 años de edad- las células grasas se expanden y los primeros signos de que se está llegando a la edad media se presentan en el estómago u la cintura.
Paralelamente también disminuyen los compuestos químicos cerebrales relacionados con el bienestar, como la serotonina. A fin de equilibrar los niveles de esta hormona, el cuerpo necesita con urgencia azúcar, chocolate o almidón.
Cabe recordar que a partir de los 35 años de edad, la mayoría de las mujeres que llevan una vida sedentaria pierden un promedio de 225 gramos de masa muscular por año, y a mayor pérdida de músculo, almacena más calorías en forma de grasa.
Cuando llega la menopausia, los periodos cambian, el ansia por la comida se hace cada vez más intensa y se pierde más masa muscular. El cuerpo necesita menos calorías, pero si se come igual que cuando se tenía menos edad, se acumulan kilos con mayor facilidad.
Al llegar a los 50, la mayoría de las féminas cruzaron ya la postmenopausia, lo que supone un alivio porque el humor y el peso se estabilizan. Sin embargo, ninguna mujer debiera esperar hasta los 55 para recuperar la línea, porque puede cambiar el funcionamiento de las células grasas y hacer que almacenen grasa.
Los expertos recomiendan que se practique un ejercicio aeróbico porque saca la grasa de las células hacia el torrente sanguíneo, que las transporta a los músculos para quemarla.
Además de este ejercicio, que se debe variar de vez en cuando, debe nadar, correr o caminar.
Aunque parezca sorprendente, lo recomendable es no someterse a ninguna dieta, ya que cuando al organismo se le priva de comida es capaz de buscarla donde sea y en abundancia.
Los adepocitos comienzan a trabajar de forma más eficiente y acumulan grasa. El resultado es que no se pierde ni un gramo de grasa. Para evitar este panorama, es mejor reducir la porción de alimento y visualizar que cada extra que se ingiera se convierte en volumen graso.
Comer a menudo previene los atracones y ayuda a ingerir menos cantidad de alimento; además, cinco o más pequeñas comidas al día son una fuente de azúcar para el cerebro, que equilibra los cambios de humor y mantiene la energía.


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