martes, 7 de junio de 2011

ALZHEIMER

Enfermedad de Alzheimer, la
más común de las demencias

La enfermedad de Alzheimer es la más común de las demencias y se trata de una patología senil, que causa la pérdida de la capacidad intelectual y que involucra fundamentalmente los procesos de memoria y la afecta a corto plazo.
Es un padecimiento progresivo, degenerativo del cerebro y provoca deterioro de memoria, de pensamiento y de conducta. Es decir, el enfermo experimenta o siente confusión; desorientación en tiempo y espacio, cambios en su personalidad y conducta; alteración en el juicio; dificultad para finalizar ideas o pensamientos y seguir instrucciones, pérdida en la habilidad del lenguaje, dificultad para pronunciar y encontrar palabras adecuadas para expresarse, y finalmente la incapacidad impide que se valga por sí mismo.
Los síntomas del Alzheimer generalmente afectan a personas mayores de 65 años de edad, aunque también pueden presentarse a los 40 o 50 años.
Después de los 80 años, la cifra llega al 40 por ciento y se calcula que para el año 2020, el diez por ciento de la población estará en predisposición de padecerla.
Los principales factores de riesgo para padecer la enfermedad de Alzheimer son: el género, las mujeres tienen una mayor probabilidad, debido a que su expectativa de vida es mayor; la escolaridad, es decir, cuando la persona tiene un mayor grado de estudios la probabilidad de enfermarse es menor; la edad, y la carga genética, porque si en la familia hay algún enfermo, la probabilidad aumenta considerablemente.
El punto importante en las investigaciones es que esta enfermedad podrá diagnosticarse de manera temprana a través de la memoria olfativa, a fin de brindar al paciente la orientación y el tratamiento que retarden la aparición de los síntomas.
Hasta el momento sólo existen indicadores que permiten deducir que se trata de Alzheimer, pero el diagnóstico certero es postmorten, es decir, que sólo con la autopsia se detectan las placas seniles formadas por la acumulación de la proteína B amiloide.
Los especialistas han estudiado durante varios años el papel del sistema olfatorio en las conductas maternal, social y alimentaria y ahora buscan lo que ocurre en el sistema olfatorio de los pacientes con Alzheimer, porque se ha demostrado que conforme las personas envejecen y pierden muchas sensaciones, una de ellas es el olfato.
Estudios recientes hechos en Estados Unidos muestran que los pacientes con Alzheimer pierden la sensibilidad a ciertos olores, mientras que personas sanas de 70 años pueden percibirlos.

PRIMERA ETAPA

En la primera etapa de la investigación, en colaboración con el Hospital Central Militar y la Clínica de Demencia del Hospital General de México, los especialistas realizarán estudios de memoria olfatoria a pacientes diagnosticados por médicos y neurólogos calificados.
Para ello se aplicarán cuestionarios a personas mayores sanas, en busca de aquellos olores con los que la población mexicana está familiarizada, como son: el aroma de las fritangas, el del jitomate cuando se está cociendo, del mentol, del café, entre otros.
Una vez seleccionados 30 de estos olores, se le presentarán al enfermo para saber hasta qué grado los percibe y si los puede identificar. La hipótesis es que la mitad de los pacientes no los podrán identificar.
Se espera que el conocimiento del umbral olfatorio permita desarrollar una prueba diagnóstica temprana que pueda formar parte de las pruebas de rutina, aplicándose preferentemente a los individuos con predisposición genética a la enfermedad.
La memoria olfatoria es de muy largo plazo, por lo que algunos olores nos ponen en contacto con diversas situaciones emocionales del pasado, aún los recuerdos traumáticos de la niñez. A esto se le llama memoria olfativa y se da mediante la conexión del bulbo olfatorio con el sistema límbico.
En los enfermos con Alzheimer este bulbo se daña y se pierde la conducción de la información, por lo que el paciente ya no reconoce ciertos olores. De ahí que el estudio de la memoria olfativa sea tan importante para el diagnóstico certero de la enfermedad.
La presencia de placas neuríticas y ovillos neurofibrilares en el hipocampo son indicadores reconocidos de la enfermedad de Alzheimer, pero éstos últimos también se encuentran en el bulbo olfatorio, pues el epitelio olfatorio es una de las primera estructuras que se dañan con este padecimiento, por lo que los enfermos pierden la sensibilidad a ciertos olores.
La investigación está enfocada a lograr que con una biopsia del epitelio olfatorio se detecte la enfermedad de manera temprana, evitando con ello las pruebas invasivas o que el diagnóstico sea postmortem.

ATENCIÓN AL ENFERMO

Debido a que la pérdida del olfato y el gusto se convierten en un problema muy serio para el enfermo, y también para los individuos sanos, se afecta en primer lugar la expectativa y calidad de vida, ya que los alimentos no tienen el sabor y olor necesarios para que los ancianos los perciban y entonces pierden el interés por comer, lo que conlleva a la desnutrición que los hace más vulnerables a otras enfermedades.
Entre las acciones preventivas para retrasar la aparición de los síntomas los especialistas recomiendan: el ejercicio, una dieta especial, neuroprotectores como la vitamina E, tratamiento con antiquelantes para atrapar los metales que se acumulan y dañan a las neuronas.
Igualmente, prescribir colínérgicos a fin de evitar la disminución del neurotransmisor acetilcolina, pérdida que ocurre con la enfermedad. Los neuroesteroides también se pueden prescribir porque tienen un efecto neuroprotector, y estos se ven disminuidos a medida que la proteína B amiloide aumenta. Este último tratamiento causa controversia igual que la terapia con estrógenos, a los cuales se les confiere un efecto protector pero también las altas concentraciones que pueden producir cáncer de mama.
En resumen, la investigación podría ayudar a cambiar el enfoque de los familiares para mejorar la alimentación de los adultos mayores.

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