martes, 7 de junio de 2011

CHLAMYDIA

La Chlamydia pneumoniae,
¿bacteria que causa infartos?


Por mucho tiempo se dijo que las gripas, los resfriados, los constipados o una simple tos eran causados por un virus, aparentemente no identificado aún. Posteriormente, los investigadores científicos encontraron que la Chlamydia pneumoniae, bacteria prácticamente desconocida, era la causante de muchas neumonías en infantes y adultos. También se descubrió que juega un importante papel en el asma bronquial.
Sin embargo, los resultados de las investigaciones son alarmantes, porque al parecer este microorganismo está relacionado con los infartos y otras patologías cardiacas, como el infarto al miocardio, angina de pecho y muerte súbita.
De confirmarse que este patógeno es el responsable de estos daños, se le considerará como otro importante factor de riesgo cardiovascular y probablemente podrá combatirse con antibióticos.
Esta bacteria se contagia por la vía aérea y causa procesos infecciosos que afectan el aparato respiratorio, desde las vías altas (faringe-amigdalitis) como las bajas (pulmones y bronquios), y puede provocar un simple constipado nasal o una neumonía mortal.
Este microorganismo puede no generar un proceso detectable, por lo que se estima que la infección sin síntomas es la más frecuente. De acuerdo a los informes de los especialistas, el 50% de la población en todo el mundo alguna vez ha tenido contacto con ella, cuya prevalencia aumenta con la edad y el sexo masculino.
Los investigadores afirman que su posible relación con la enfermedad coronaria y el asma bronquial la podrían hacer resistente a los fármacos, si se le ataca indiscriminadamente con antibióticos.
Se ha localizado a la Chlamydia Pneumoniae en el endotelio (pared interna de los vasos sanguíneos, aunque cuando entra al organismo se mantiene en las células respiratorias y posteriormente emigra a las paredes arteriales, primordialmente a las coronarias. También se la ha ubicado en otras grandes arterias como la aorta y la carótida.
La obstrucción de cualquiera de estas arterias puede dar paso a la placa de ateroma y, en consecuencia, a la arterioesclerosis. Sin embargo, aún no se ha determinado a ciencia cierta si esta bacteria genera la placa de ateroma o si sólo contribuye a acelerar su proceso de formación, acelerando la oclusión del vaso.
El probable papel como agente patológico puede ser como la causa de infección aguda, es decir, que precipita la rotura de la placa de ateroma, o como infección crónica que induce su desarrollo y crecimiento.
En ambos casos, sería uno más de la lista de factores de riesgo cardiovascular, lo que significa que habrá que modificar el tratamiento de algunos pacientes en las que se sospecha que han tenido contacto con esta bacteria o que han pasado por un episodio de infección respiratoria por su causa.
Los últimos estudios evidencian que las personas que han sufrido un evento coronario y que recibieron tratamiento con antibióticos, redujeron el riesgo de padecer nuevos episodios. Igualmente, se ha observado que la terapia con antibióticos, en concreto con macrólidos, reduce la tasa de mortalidad de un infarto, así como las complicaciones cardiacas en pacientes que ya tuvieron un cuadro de estas características.

ASMA BRONQUIAL

Al parecer, no es tan evidente la relación entre este microorganismo y el asma bronquial, pero se estudia a fondo su implicación en las crisis agudas de este padecimiento y algunas alergias causadas por agentes del medio ambiente.
En principio, se han detectado un mayor número de anticuerpos frente a esta bacteria en pacientes con infección aguda respiratoria y reacción asmática, pero en tanto no se cultive el germen en la mucosa bronquial, el resultado no será definitivo.
Existe una hipótesis que sostiene que la infección crónica por Chlamydia podría causar una reacción inmunológica responsable del asma bronquial crónica, que si se confirma, estos procesos se pueden tratar con antibióticos macrólidos.
Sin embargo, pese a que los antibióticos pudieran mejorar a los pacientes con asma crónica y que los mejores resultados se obtendrían si se detecta a tiempo la presencia de la bacteria, es aconsejable no recurrir a los antibióticos a menos que se realicen ensayos que confirmen los riesgos y beneficios.
Aunque la prevención no es fácil, hay medidas higiénicas que minimizan el riesgo de contagio. Como éste es de persona a persona, deben evitarse ambientes sobrecargados y mal ventilados, además de limitar el tiempo que se está con una persona infectada con este microorganismo o con padecimientos bronquiales graves.
La contaminación del medio ambiente es un vehículo ideal para la transmisión de gérmenes, por lo que se aconseja inspirar por la nariz, ya que la mucosa que recubre las fosas nasales caliente y depura el aire que penetra por ellas.
La presencia de procesos que comenzaron con otitis, sinusitis, laringitis, faringitis o ronquera, alertan sobre la posible presencia de la bacteria, para lo cual un diagnóstico precoz y exacto evita complicaciones más graves.
Toda detección oportuna permite aplicar el tratamiento idóneo con antibióticos macrólidos, toda vez que esta bacteria es especialmente sensible a la claritromicina, un macrólido de última generación.

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