COMPARADA CON OTRAS
GENERACIONES LA NIÑEZ
MEXICANA DE AHORA YA NO ES
TAN OPTIMISTA
*El pesimismo y los efectos de la crisis
sanitaria que vive la población aún se refleja en la niñez y la adolescencia
Los
niños menores de ocho de años creen principalmente en sus padres y en su
entorno familiar y escolar, en sus maestros y en algunos casos, comienzan a
admirar los símbolos patrios y por qué no decirlo, a los superhéroes y rock
stars juveniles.
Pero
también les ilusiona la época navideña; creen en Santa Claus, los Reyes Magos,
y en términos generales, piensan que la mayor parte de la gente es buena.
Asimismo,
tienen mucha ilusión de que están recobrando, poco a poco, su vida social y
escolar.
En
cambio los de nueve a 12 años de edad manifiestan que México tiene muchos
problemas, empiezan a desconfiar de sus maestros y devalúan los símbolos
patrios, pero continúan admirando con mayor vehemencia a los héroes de la
pantalla grande, en historietas o estrellas musicales.
Asimismo,
desconfían de la situación sanitaria que aún vive el mundo (no le ven fin).
Desconfían de los extraños y piensan que la mayoría de las personas no son
buenas porque que pueden hacerles algo malo; sin embargo, para ellos la época
navideña es buena, aunque la gran mayoría, ya no creen en Papá Noel ni en los
Reyes. Asimismo, ya no confían tanto en sus padres.
A
su vez, los adolescentes creen con mayor vehemencia en su grupo de amigos, en
el noviazgo y de cierta manera en sus familiares, “pero lo que más desean es
recuperar su libertad: tener clases presenciales normales y diarias, estar sin
límites con sus amigos, y en sí mismo recuperar su vida social. Los
adolescentes viven una etapa de depresión y frustración por los tiempos
pandémicos que no terminan por irse”, explicó la doctora Claudia Sotelo Arias,
directora del Centro de Especialización de Estudios Psicológicos en la Infancia
(CEEPI).
ESTUDIOS CLINICOS DEL CEEPI
Es
que la mente infantil no ha cambiado tanto en los últimos años. El juego, los
ideales, los afectos, las ilusiones por el futuro, el entusiasmo por aprender,
la capacidad de asombro, el creer en fechas emblemáticas como la Navidad o el
Año Nuevo y tener confianza en los demás –principalmente en sus padres– son el
resultado de tener una niñez sana, emocionalmente hablando.
Pero
cuando los niños viven preocupados, frustrados o ansiosos, las creencias se
transformarán en pesimismo o miedo irracional a perder a los seres queridos, lo
cual genera una baja autoestima, hostilidad y agresión, situación que fue
agudizada por la pandemia.
A
decir de Sotelo Arias, los niños en términos generales calcan las creencias de
su padres. “El pesimismo e incluso el catastrofismo que asumimos de la vida se
verá reflejado de inmediato en nuestros hijos. Si no creemos en nada, los niños
pequeños también creerán que viven en un mundo en donde a lo mejor nada vale la
pena. Eso es nocivo porque más tarde podrían desarrollar trastornos
emocionales: una niñez desconfiada dará como resultado a adultos hostiles y
altamente egocéntricos. La pandemia en muchos casos potenció estos trastornos”,
explicó.
Sostuvo
que la realidad de los adultos no puede ser vivida de igual manera por los
niños. “No se trata de mentirle a los niños, la idea es respetar esta etapa que
está basada en creer. Si no lo hacemos tendremos adultos frustrados y en los
que germinará la depresión y las conductas que conducen a la agresión. Es
fundamental que los niños mantengan la ilusión en esta época de Navidad y de
Fin de Año, porque simboliza, entre otras cosas, unión familiar y valores como
el amor, la amistad, la confianza y la honestidad”, concluyó.
CONCLUSIONES DE CEEPI
Niños
menores de ocho años: Creen en sus padres principalmente. Creen en su escuela,
en sus maestros y en los símbolos patrios. Principalmente creen en un ser
superior. Les ilusiona creer en Santa Claus y en los Reyes Magos. También creen
que la mayoría de las personas son buenas: confían en el mundo que los rodea.
Los
mayores de nueve años y hasta 12 de años de edad dejan de creer: Manifestaron
que México tiene muchos problemas. Desconfían de sus maestros. No le tienen
confianza a los policías y comienzan a devaluar símbolos patrios. Creen que
Dios es bueno, pero de la Iglesia tienen algunas reservas: cerca del 60% de los
niños entrevistados.
El
restante 40% no tuvo una idea clara de lo que Dios o simplemente no creen. En
general son desconfiados del prójimo: conocidos, vecinos, gente que ven en la
calle.
Tiene
un muy mal concepto de los políticos en términos generales. Creen en sus papás
pero con sus reservas. Muchas veces observan que son incongruentes: por
ejemplo, un padre que se dice responsable pero que falta mucho a su empleo y
miente a sus jefes diciendo que está enfermo. Saben que no seguir las reglas es
malo, pero les divierte que sus padres lo hagan, algo así como “mi papá se pasa
las reglas por el Arco del Triunfo”, lo cual constituye otra incongruencia. Comienzan
a pensar que la mayoría de la gente no es buena.
Adolescentes
en general: No les importa mucho los problemas de México ni la política. Lo que
más desean es recobrar su autonomía: ir a clases y estar con sus pares
(relaciones de amistad). Tiene mucha “fe” en las vacunas y quieren ser
inoculados porque perciben que será como su llave para recobrar su vida social.
Cabe
señalar que la información obtenida en la clínica de servicios psicológicos de
CEEPI no marcan tendencias ni opiniones
sólo la percepción que tienen algunos niños y adolescentes en sesiones de juego
y terapias psicológicas.